Las imágenes del cierre de Shanghái seguramente no son tan dramáticas como la guerra en Ucrania, pero sus consecuencias negativas para la economía global podrían ser aún mayores. La ironía de las cosas es que el país que primero sufrió la pandemia y también el que primero consiguió controlarla se encuentra sumido en una nueva ola de la covid aunque de características muy diferentes, puesto que la variante ómicron es mucho más contagiosa pero menos letal. Ante este nuevo reto, la estrategia china sigue siendo la misma: aniquilar el número de casos hasta que sean cero, sin reparar en los costes económicos. La llamada política de covid cero, a la que hace unos meses las autoridades chinas añadieron la criptica coletilla “dinámica”, conlleva confinamientos masivos y cuarentenas para todos los casos identificados, incluso los asintomáticos. Si a esto se añade el terror a la covid que los ciudadanos chinos han desarrollado, se puede entender cuán difícil está resultando ofrecer los servicios mínimamente necesarios para que las ciudades confinadas sigan operando, por no hablar de la producción manufacturera y del transporte. Este último aspecto es especialmente importante para el resto del mundo.
Aunque es aún difícil estimar el tamaño del golpe para la economía china, sí que tenemos datos relativamente fiables sobre la perdida de movilidad por las restricciones impuestas para atajar los casos de covid. En las dos primeras semanas de abril, la perdida de movilidad ha sido de alrededor de un tercio respecto a la media de 2019. Como punto de comparación, la perdida de movilidad en la geografía nacional desde el final de enero de 2020 hasta finales de febrero fue del doble. En ese momento, la ciudad más afectada fue Wuhan mientras que hoy es Shanghái, con el 5% del PIB nacional y el principal centro financiero de China. Más allá de las restricciones a la movilidad dentro de un buen número de ciudades equivalentes al 40% del PIB de China, la mitad de las autopistas no son transitables y los puertos funcionan de manera ineficiente. De hecho, las importaciones chinas en el mes de marzo se han desplomado por las grandes dificultades logísticas.
Las consecuencias en el crecimiento económico de China no se reflejan en el crecimiento del PIB del primer trimestre, que se acaba de publicar, porque los datos oficiales de los primeros meses del año han sido excepcionalmente buenos. Por eso es importante observar los datos de alta frecuencia para entender la rapidez del deterioro económico chino. Ese deterioro no se limita al sector servicios sino también al manufacturero, puesto que un buen número de empresas han decidido cerrar temporalmente sus puertas. Este problema es especialmente grave en el sector automovilístico y de semiconductores. Es indudable que un parón repentino de la industria manufacturera china tendría un enorme impacto negativo para la economía global, ya que China exporta hasta un tercio de los bienes intermedios del mundo.
Más allá de la reducción de la movilidad interna, no podemos olvidar que, desde que comenzó la pandemia de covid a finales de enero de 2020, las fronteras de China siguen cerradas al mundo, lo que también se suma a los efectos negativos de la política de respuesta a la pandemia que ha adoptado. En primer lugar, el desplome de los intercambios con el resto del mundo es una de las principales razones por las que la inversión extranjera directa de China en el resto del mundo se ha estancado desde que comenzó la pandemia, con los problemas que conlleva para las economías emergentes con grandes necesidades de financiación que habían confiado en el capital chino para sus necesidades de infraestructura. Más allá de los aspectos económicos, la creciente desconexión del pueblo chino con el resto del mundo, así como la creciente desconexión del resto del mundo con lo que está sucediendo en China, están generando desconfianza y fomentando el proteccionismo. Esta situación no augura nada bueno para la futura colaboración científica o empresarial entre China y el resto del mundo, lo que no puede más que tener un impacto negativo sobre la economía global. Un buen ejemplo de lo mucho que el cierre de fronteras puede contribuir a generar opiniones distópicas del otro es la lectura de la guerra en Ucrania por parte de los medios chinos, lo que tampoco puede ser positivo para la economía china al elevar el riesgo de que sufra sanciones secundarias.
En resumen, la política “dinámica” de covid cero que China se empeña en mantener para un virus tan contagioso como la ómicron está abocada a aumentar enormemente el coste económico de la pandemia en China en un momento en el que el resto del mundo ha aprendido ya a vivir con el virus. Las consecuencias negativas para la economía mundial también son importantes. Más allá de la menor demanda de importaciones de China, la más inmediata, y preocupante, son las presiones inflacionistas adicionales por las disrupciones en las cadenas de producción globales que China ha dominado durante los últimos años. Finalmente, la falta de intercambios con el resto del mundo no augura nada bueno para el futuro de la globalización.
Fuentes: ElPais