Esta débil oferta es consecuencia de diversos factores originados principalmente, por la pandemia y que persisten hasta la fecha. Entre ellos se pueden mencionar las disrupciones en las cadenas de suministros, los cuellos de botella; los incrementos en los costos de transporte mundiales, la caída en los inventarios; las condiciones climáticas adversas y la crisis eléctrica en China. Todos estos factores interactúan entre sí y se refuerzan, lo que ha evitado que la oferta se sincronice con la demanda mundial.

Éste es un problema que afecta tanto a países desarrollados como emergentes. Por ejemplo, China ha pedido a algunas de sus industrias que paren su producción de manera momentánea hasta final de año o de manera indefinida hasta que el gobierno considere que ya se ha superado la crisis eléctrica por la que atraviesa. En su caso, una de las industrias que más se ha visto afectada por esta medida es la minera, para ser más precisos, el sector de la minería encargado de la extracción del magnesio, lo cual impacta a nivel global dado que China produce el 87% del magnesio mundial.

Parecería no ser tan relevante este metal para la economía china y la economía global, pero este mismo permite su uso en diversos campos como la industria electrónica y el sector alimentario: su principal uso es el de crear aleaciones con el aluminio y usarlas para la fabricación de carcasas de cámaras fotográficas, laptops, celulares de gama alta, equipo aeroespacial, autopartes y componentes automotrices, entre otros.

Sectores de componente tecnológico alto y medio comienza a padecer la suspensión de la extracción de dicho metal, en particular el sector automotriz dado que la mayoría de los automóviles modernos cuenta con un alto porcentaje de alguna de las aleaciones de magnesio y aluminio en su chasis. Además, recordemos que estos sectores ya se encuentran muy golpeados por la escasez de microchips como para que les llueva sobre mojado, pero ahora por otro de sus principales componentes. La suspensión de la extracción del magnesio ha provocado que su precio se dispare, como lo observado a finales de septiembre, en el cual el precio de este metal alcalino llegó a subir un 80% en un solo día, situándose tres veces por arriba de lo registrado antes de la pandemia.

Por el lado de los energéticos también se han observado incrementos en los precios tras una caída en la oferta global y una recuperación en la demanda de estos, atribuibles en parte a la negativa por parte de la OPEP a incrementar su producción más allá de 400 mil barriles por día hasta principios de 2022. El choque también impactó el suministro de gas natural, cuyo precio se ha incrementado tras un aumento de su demanda y una oferta limitada.

 

La demanda ha incrementado por la reanudación de actividades y por el incremento del consumo ante las bajas temperaturas registradas en el año, reduciendo a su vez los inventarios existentes. Por el lado de la oferta se redujo por el choque provocado por la pandemia, por una caída en la inversión en la extracción y producción de energías no renovables y por el abandono gradual de la producción de gas natural en Europa.

Esta combinación de precios altos y oferta acotada se encuentra vinculada a la crisis en las cadenas globales de suministro, crisis que podría prolongarse hasta el 2022, según comentó el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, el 22 de octubre en la conferencia del Banco de Pagos Internacionales.

Ante estas dificultades las empresas han optado por ordenar bienes e insumos por arriba de lo usual, buscando contrarrestar los contratiempos generados por las dificultades en la cadena de suministros. Esto termina por poner un mayor estrés sobre la cadena, la cual se encuentra afectada por la escasez de microchips, la congestión de los puertos por las medidas para seguir evitando la propagación del virus, la escasez de conductores de camiones, entre otras variables.

Este conjunto de eventos, en caso de prolongarse, profundizaría el agotamiento de inventarios por parte de las fábricas y, por ende, agravaría la paralización de la producción en industrias clave a nivel global, afectando por extensión a los agentes económicos vinculados a través de la cadena de suministro. Esto provocaría un efecto dominó, impactando a la actividad económica, al empleo y a los precios y, a fin de cuentas, a la recuperación de la economía global.

Fuente: Dinero en Imagen